jueves, 7 de mayo de 2009

Bibiana Aído me defendió de un ataque a mi integridad...

La ministra de Igualdad ha estado hoy en Carmona (Sevilla), inaugurando el I Congreso Internacional de Feminización del Derecho Privado, organizado por la Universidad Pablo de Olavide. Sin entrar en evaluar el contenido de este encuentro, sí quiero subrayar algunos episodios que me han hecho cambiar ostensiblemente mi opinión y la de muchos sobre esta joven política, atrevida, desenfadada y muy atenta. Antes me parecía pusilánime. Hoy estoy convencido que tiene arrestos suficientes para llegar lejos.

El operador de Cámara se preparaba para comenzar a grabar la entrevista en la que nos iba a contar su opinión sobre el caso de la discoteca de Granada en la que subastaban jóvenes adolescentes menores entre los asistentes para favores sexuales y premiaban a las chicas que llevaban minifalda.

Mi apellido, como sabes, es Forero. Así me llamó mi atención Antonio, el cámara, para que me apartara. Me estaba colando en plano. La ministra entendió "florero" y con el ceño fruncido se dirigió al cámara con cara de pocos amigos y le preguntó:

- ¿Cómo le has llamado? ¿A quién has llamado florero?"

El cámara comenzó la explicación de su error y yo terminé de explicarle que mi apellido no llevaba la ele que lo convertía en otra palabra. Y se quedó más tranquila. Lo que me quedó de aquel arrebato es que esta ministra no se arredra ante nada y tiene sus principios -cuestionables o no- arraigados. Me pareció un gesto tan noble como temperamental. Pero, en el fondo, me gustó que, aún en el error, la ministra Aído me defendiera de un suspuesto ataque a la labor que en aquel momento desempeñaba. Gracias ministra. Me dejaste tan perplejo que quizá no te las diera en el momento.

Otro de los episodios que comparto con ustedes es el que sucedió durante la presentación del acto de inauguración en este mismo congreso. En representación de la UPO, una señora, cuyo nombre no tomé la precaución de apuntar, vestida con un llamativo traje de chaqueta roja, tomó la palabra en el atril para presentar a los ponentes. Dijo primero algo que no entendí que resultó gracioso. Hubo risas generalizadas entre los asistentes. Pero se envalentonó y, tras el capítulo de agradecimientos, no se le ocurrió otra cosa que referirse al porte de los azafatos de la sala -sólo había hombres- en estos términos: "Y, como se puede apreciar, estamos rodeados de guapísimos azafatos".

La risa se volvió a desatar en la sala. Pero esta vez fue más entrecortada, sobre todo a medida que los asistentes se iban dando cuenta de las connotaciones del comentario. Cuando le tocó el turno a la ministra, abofeteó verbalmente varias veces a esta señora sin nombrarla, claro. Vino a decir que lo que no queremos que nos hagan a nosotras, no lo hagamos nosotras mismas. Y yo me pregunto ¿Qué hubiera ocurrido si un hombre hace un comentario similar sobre una azafata presente en la sala? ¿No se le hubiera tachado inmediatamente de machista? ¿Qué calificativo merece esa señora entonces?

La sagaz Charo Padilla, intrépida y rigurosa reportera de Canal Sur Radio, presente en el acto, no daba crédito al comentario en un Congreso de "Feminización del Derecho Privado".

Luego, antes de marcharnos, uno de los azafatos nos contó que en ese Congreso sólo querían hombres para desempeñar la función de azafat@ y que les habían pedido fotos para el proceso de selección. Unos hechos que se juzgan por sí mismos.

Por último, ya fuera de este fértil Congreso, una compañera en el trabajo me tocó el culo. Yo estaba de pie, doblado sobre la mesa y al pasar, la confianza es la confianza, me dió un cate en el culo. Siguió andando, miró hacia atrás y me sonrió. No sé qué hubiera pasado si yo, con la misma confianza, hago eso con ella... La misma pregunta se la formulé a ella. Me dijo que no le hubiera importado. Con la confianza y todo, no me lo creo.