lunes, 6 de mayo de 2013

Pregón de las Fiestas de San Antonio de Padua 2013

Este es el pregón pronunciado en La Peñuela, Niebla (Huelva) el pasado viernes 03 de mayo de 2013 con motivo de la celebración de las Fiestas en honor de San Antonio de Padua. Para que conste, para quien lo quiera releer y para quien no pudo asistir.

Alcaldesa, autoridades, Hermana Mayor, Hermano Mayor, presentador de este pregón, amigos, peñoleros, simpatizantes.

Buenas noches a todos,

En primer lugar, quiero agradecer a Cristo y José María, Hermanos Mayores de estas fiestas, la confianza que han depositado en mí para esta difícil tarea. GRACIAS. Espero que este pregón esté a la altura, sea de vuestro agrado y el de todos ustedes.

Agradecimiento igualmente a mi mujer, sin cuya relación jamas hubiera conocido La Peñuela como la conozco; a mis suegros, José María, el Niño Rivera, y Leonor, de la Huesa, que han ido inyectando en pequeñas dosis el veneno de esta tierra y su gente; a mis cuñados, José Manuel y Mariángeles, quienes sin duda han contribuido, de una forma o de otra, a que hoy esté aquí... Al tío Andrés, a quien veo permanentemente en esa foto colgada en la pared del salón cantando unas sevillanas a San Antonio, en una de sus visitas a la Huesa.

Y a mi hija, por qué no, a la que le encanta venir aquí a La Peñuela. Cada vez que va a la Huesa tiene vuelto loco al abuelo con el montón de chinos detrás del garaje y las piedras para lanzar al regajo -o charco, como ella lo llama-; Como loca tiene también a la abuela: la cantidad de veces que va al día a ver a las gallinas en el patio trasero. Ella también es culpable de que hoy esté aquí, aunque aún no lo sepa, aunque aún no lo entienda.

Y, como no, mismo agradecimiento al presentador de este pregonero, mi amigo vitalicio, como me gusta llamarle. Todo el mundo lo conoce por Javier. Para mí, es mi amigo Frisco, desde que éramos unos críos. GRACIAS AMIGO.

Me han pedido que pregone las Fiestas de San Antonio de Padua en La Peñuela. Y un periodista como yo se pregunta en primera instancia quién era este hombre, por qué procesionamos su imagen por los rincones de esta aldea, qué hizo, por qué la devoción de los peñoleros.

Diez años llevo participando activamente en estas fiestas. Antes, sinceramente, no asistía al acto del pregón. Lo consideraba algo íntimo, circunscrito a su gente. Y en esos diez años no siempre he logrado llegar desde Sevilla para escuchar al pregonero. Por eso puede ser que repita algo que ya se haya dicho desde esta tribuna. En cualquier caso, está bien recordarlo.

San Antonio de Padua fue portugués. Nació en Lisboa en 1.195. Se llamaba en realidad Fernando Martins. Perteneció a la Orden Franciscana, como nuestro mentor en materia de orientación religiosa. De todo lo que he leído de su vida, me llaman la atención tres decisiones que tomó:

La primera fue reafirmarse en su vocación antes de ordenarse fraile. Pese a la insistencia de sus amigos, afanados en convencerle de lo contrario, no se alejó del camino elegido. Si hubiera desfallecido, deberíamos pensar si hoy estaríamos aquí.

Tomó otra decisión que me llama poderosamente la atención. Renunció a toda su herencia para dedicar su vida y sus bienes a ayudar a los demás. En algo me suena eso de dar todo a los demás y no quedarse con nada. Seguramente no haga falta señalar a ninguno de los aquí presentes para que todos sepamos de quién me estoy acordando en este momento.

En tercer lugar, en un sínodo en el que participó en 1225 exigió a los prelados la necesidad de vivir sencillamente para dar ejemplo. Por ello se granjeó alguna que otra enemistad. A partir de ahí las costumbres de algunos eclesiásticos cambiaron. Murió cuando aún no había cumplido 40 años.

Nuestra fiesta es religiosa y está llena de convicciones. Desde que la vivo de cerca, la mayor parte del comportamiento de los hermanos en estos días apunta a eso mismo: a la necesidad de auxiliar, de echar una mano, en lo que sea.

Si repasamos estos gestos, los gestos que tuvo San Antonio en vida, vemos que intentaba mejorar su entorno, lo que tenía al alcance de la mano.

San Antonio se reafirmó en su vocación. Es decir, fue fiel a sus principios. Ir a misa está bien. Profesar la religión católica está igual de bien. Pero, a lo mejor, es un buen momento para preguntarnos si hacemos todo lo que está en nuestra mano.

San Antonio renunció a todo lo que tenía. Si no me falla mi intuición, no creo que nadie aquí aspire a Fraile y menos a Santo. Por tanto, no hace falta, a lo mejor, que renunciemos a TODOS los bienes, como hizo él. Pero a lo mejor podemos compartir un poco más ¿No os parece?

La crisis está azotando muy fuerte. Para unos más que para otros. La gente no tiene para comer y pasa hambre. Tiene que acudir con vergüenza a comedores sociales. Y cuando no puede pagar su hipoteca se les echa de sus casas. A la familia completa. A mayores y a niños. Da igual. Hay más de 30.000 familias en la calle en España desde que comenzó la crisis, qué se dice pronto. Viviendo de la caridad.

Cualquiera de ellos podríamos haber sido o ser en el futuro uno de nosotros. Qué se yo... Podemos pagarles la luz o el agua? Podemos comprarles el pan por la mañana? O la leche para que en esa casa no falte lo básico? Quizá sea el momento para preguntarse todo eso.

Os propongo un pequeño ejercicio: pasadas las fiestas, por qué no os acordáis de este pregonero y sentados en el sofá pensamos cómo podemos mejorar la vida de nuestro alrededor, como hizo San Antonio? Preguntémonos desde nuestro fuero interno ¿En qué podemos ayudar al vecino, al primo, al amigo? Porque si esta idea, este gesto que tuvo el Santo al que procesionamos se queda en la fiesta, seguramente este pregón no habrá servido de nada.

En este tema de la crisis y de los desahucios del que hablamos, quizá la administración aquí presente pudiera hacer algo más para evitar semejante dislate. Es hora de comprometerse ¿No os parece?

De este modo haríamos honor de paso al espíritu de ese hombre, de San Antonio, honor a lo que nos enseñó con su gesto propio, con su conducta.

San Antonio de Padua, el patrón de Lisboa, preside estas fiestas. Unos días festivos que me evocan algunas anécdotas. Son las que se me han quedado en la retina, en la memoria:

- Por ejemplo a Pedro con el rostro blanco untado en protección solar con un sombrero de paja enfundado en la cabeza.

- O la imagen del Santo vestida con un chubasquero con capucha, protegido cuando llueve.

- O los manteles volando a causa de las fuertes ráfagas de viento cerca del Guijillo con toda la comida por el suelo...

- O al propio Pedro regañando a los costaleros con alguna copa de más “Te vas a caer, te vas a hacer daño y vas a caer al Santo”.

De todo eso me acuerdo. Como también de la imagen de las espigas de trigo quebradas formando camino al paso de la comitiva tras parar en la casa de la cima de la colina, la de Ángel Tomás...

Pero lo que recuerdo arraigado, profundo en las entrañas, es el principio de hermandad de los peñoleros. Un principio para mí irrenunciable, real, hondo, limpio, sincero.

A lo mejor es que no he visto lo suficiente todavía en otras partes. De lo que he vivido, que es lo que puedo contar, es el comportamiento más diáfano y transparente que conozco.

Y de eso deben enorgullecerse las personas que habitan esta aldeita iliplense en el ámbito geográfico pero valverdeña de corazón. Los que están, los que sólo están los fines de semana, los que acompañan en estas fiestas, los que de alguna manera encuentran hilo de cordón umbilical con esta bella tierra, de una forma o de otra.

En parte de una de las letanías más famosas de San Antonio, nombrado doctor de la Iglesia, se puede leer:

En el día del juicio, Nosotros pecadores, te rogamos, óyenos,
Que nos guíes por caminos de verdadera penitencia,
Que nos concedas paciencia en los sufrimientos,
(Paciencia que tanto nos falta)
Que nos asistas en las necesidades,
Que oigas nuestras oraciones y peticiones

Supongo que más de un pregonero se ha preguntado por qué se ha representado a San Antonio con el niño Jesús en sus brazos.

La leyenda cuenta que todo ocurrió durante la visita del Santo a la casa de un amigo. Los pintores de la época plasmaron en el lienzo al fraile con un niño en los brazos hermoso y resplandeciente – dicen las crónicas -, tal y como se le vio asomado a una ventana en aquella casa de aquél amigo.

Antes del siglo XVII solamente se le ve con un libro, símbolo de su sabiduría sobre las Sagradas Escrituras.  En ocasiones se le representó también con un lirio en las manos y también junto a una mula.

Precisamente a propósito de un equino cuenta la sabiduría popular que un día un granjero decidió dejar a la mula tres días sin comer. Pasado el ayuno la condujo frente a un puñado de pasto fresco. Al lado colocó una imagen de San Antonio portando una hostia. La mula en medio de los dos, pensó qué hacía. Ignoró su comida preferida y acabó arrodillada frente a la imagen. El campesino escéptico acabó creyendo.

Pese a que la onomástica de San Antonio es el próximo 13 de junio, este fin de semana es su día grande en La Peñuela.

Partiendo de la religión se pueden hacer muchas cosas. No hay más que mirar hacia Pueblo de Dios para ver un magnífico ejemplo. Eso es lo que nos enseña Pedro.

Ahora espero que San Antonio y este modesto pregón nos ayude a todos a reflexionar sobre lo que está ocurriendo y encontremos la manera aunque sea pequeña de ayudar un poco más a quien lo esté pasando mal.

Muchas gracias por su atención y

¡VIVA SAN ANTONIO!